El circo de los mandamientos - Capítulo 3

El rincón de escape


El aire fresco acariciaba su piel, y la luz filtrada por las copas de los árboles creaba una danza de sombras en el suelo, mientras el sol jugaba con los colores cálidos del otoño. El olor a tierra húmeda y musgo llenaba el espacio a su alrededor, y las hojas doradas caían suavemente a sus pies como un regalo de la naturaleza.

Larissa no necesitaba escuchar para percibir la tranquilidad del lugar. Sus ojos recorrían el entorno con calma, absorbiendo cada detalle. A medida que avanzaba, sus pensamientos se deslizaban en un flujo tranquilo, como el agua de un río que fluye sin prisa. El miedo de antes, el miedo que aún persistía en su mente desde el encuentro en su camerino, comenzaba a disolverse lentamente, como si el aire mismo estuviera limpiando su mente.

Al llegar a su rincón habitual, un pequeño claro entre los árboles, Larissa se agachó para tomar su arco. La madera suave y bien pulida descansaba en sus manos, y, al colocar la flecha, no había más que el suave roce de sus dedos sobre la cuerda. Con una respiración profunda, alineó el arco y tensó la cuerda. Sintió la vibración de la cuerda al ser liberada y un leve viento se deslizaba en su mejilla, eso era suficiente para saber que la flecha se alejaba, y al fijar la vista, ya se encontraba en la diana.

Larissa dejó a un lado su arco y se sentó al borde de un tronco, cerró los ojos un momento, percibió el aroma a petricor y luego un flash la regresó a su camerino; a la luz tenue y al aire encerrado. Tan solo recordar el aroma a sudor del hombre que sujetaba sus manos y enterraba su brazalete de plata contra su muñeca le daba náuseas y, más que el olor, la pegajosa sangre que le había salpicado el rostro. Abrió los ojos y de nuevo estaba a salvo, pero habría que regresar a la carpa y ella no quería.




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