El circo de los 10 mandamientos - Capítulo 2
Todo por una amiga
El tic-tac del reloj en la pared marcaba el ritmo de su día: un caso más, una firma más, otro expediente que cruzaba su escritorio. La mente de Venus estaba completamente enfocada en los papeles frente a ella, buscando lagunas legales, interpretando cláusulas, cuando de repente su teléfono sonó, rompiendo la quietud de la habitación. El número que aparecía en la pantalla era el de Pandora.
Venus sonrió, si esperaba que se interrumpiera su labor, siempre era bueno que una amiga como Pandora lo hiciera. La maga estaba llena de sorpresas aunque por esta ocasión, no sería una de las buenas.
—¿Veni? Ay, Venus, acabo de... es que yo...— La voz de Pandora salió atropellada, temblorosa, como si las palabras no pudieran salir con claridad. Venus apretó los labios, se levantó de su silla y caminó hasta la ventana, buscando el aire fresco para despejar su mente. Su amiga estaba claramente alterada, algo grave debía estar ocurriendo.
—Pandora, respira, por favor. ¿Qué pasa?— Venus intentó calmarla, su voz firme pero suave, con ese tono que solo las viejas amistades comparten, ese que transmite confianza y serenidad.
—Es... es que yo no quise.. y Larissa estaba... no sé qué hacer...— Pandora rompió en llanto y no pudo concretar ni una oración.
—Pandora, cálmate. ¿Estás en el circo, cierto?— tomó su chaqueta mientras escuchaba la afirmación de su amiga y concluyó —Voy para allá—. Venus sentía el pulso acelerado, pero mantenía su voz firme, tratando de transmitirle a su amiga la calma que ella misma no sentía. No tenía idea de lo que había pasado, pero estaba segura que era realmente grave como para alterar así a la inquebrantable Pandora.
Colgó la llamada sin esperar una respuesta, y en un movimiento rápido, tomó su bolso. Las paredes de la oficina parecían cerrarse a su alrededor. En el fondo de su mente, una voz le decía que se estaba adentrando en un terreno peligroso, uno en el que las leyes y la justicia no serían suficientes para lo que Pandora necesitaba. Pero no había duda, no podía dejarla sola. Pandora la necesitaba, y Venus no podía fallarle.
Abandonó la oficina, corrió por el pasillo del edificio del tribunal de justicia, sus tacones resonando contra el mármol pulido mientras sus pensamientos se precipitaban. La ciudad afuera parecía indiferente a su agitación, pero dentro de ella, el miedo comenzaba a tomar forma.
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